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Por Sebastián Mejías

Los sistemas políticos son vitales para el progreso de los países, pues es donde se articulan las demandas de la ciudadanía y se generan los debates necesarios para implementar transformaciones sociales. En este contexto, la estructura de los sistemas políticos, así como el sistema electoral y los partidos políticos, influyen sustancialmente en la estabilidad democrática.

Ejemplos de combinaciones de sistemas políticos con sistemas electorales son el parlamentarismo mayoritario en Reino Unido, el parlamentarismo proporcional en Europa occidental, el presidencialismo mayoritario de Estados Unidos, y el presidencialismo proporcional en Latinoamérica. No se busca idealizar los sistemas políticos adoptados por países fuera de Latinoamérica, sino poner de relieve las limitaciones y desafíos del sistema político de la región.

El sistema proporcional en Chile ha llevado a una gran proliferación de partidos. Aunque la diversidad parece ser deseable, la fragmentación tiene consecuencias negativas para la gobernabilidad. En el sistema chileno, la elección del presidente no tiene relación con la mayoría que pueda existir en el Congreso, haciendo que el presidente carezca de apoyo sólido en el legislativo y enfrente dificultades para aprobar iniciativas significativas. También puede dar lugar a situaciones en las que los representantes electos reclamen su derecho a imponer sus agendas, lo que lleva a complicadas negociaciones políticas, retrasando la implementación de reformas o a forzar la adopción de prioridades que no están alineadas con el programa del presidente.

Todo parece indicar que Chile continuará, en lo sustancial, con un sistema presidencial, o como mucho un sistema presidencial. Por ello, pese a que el multipartidismo sea una característica propia del país, debe ser abordado para que el sistema político funcione.

Un porcentaje mínimo de 5% para que un partido tenga representación en el congreso ayuda a reducir la fragmentación y promueve la formación de agrupaciones con mayor respaldo. Otra medida que merece ser discutida: listas bloqueadas. Consiste en que se vota por una lista y no por un candidato. Así, el congreso se compondrá según la votación de los electores y evita que los partidos elijan a candidatos exclusivamente por su popularidad. También medidas que, aunque parezcan simples, contribuyen como, por ejemplo, si un congresista renuncia a su partido, su cupo en el congreso debería eliminarse u otorgárselo a algún miembro del partido.

Una democracia sana requiere de un número acotado pero representativo de partidos; ni muchos que impidan la gobernabilidad ni sólo uno que monopolice los temas y no permita la disidencia. Precisamente, el presidencialismo con sistema proporcional no contribuye. Difícilmente estas reformas serán abordadas por los incumbentes. Esperemos que la discusión constitucional se haga cargo para que se vuelvan a discutir propuestas con perspectiva de largo plazo y no nos quedemos entrampados con disputas políticas pequeñas.