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Por Gabriel Pérez

Es de pública notoriedad los grandes niveles de polarización que se han asentado en la sociedad chilena en estos últimos años. Todo comenzó a nuestro entender durante octubre del año 2019, donde miles de chilenos comienzan a manifestarse por mejoras en el modelo económico y social imperante en nuestro país, en temas tan sensibles como salud, educación y sistema previsional. Siguiendo lo anterior, la legitimación de dicha insurrección es tarea de cada uno al interpretar lo ocurrido en cuanto a su validez. Lo que sí debiese ser una postura transversal es que los hechos ilícitos y sancionados como delitos por nuestro ordenamiento jurídico, son delitos vengan del sector que vengan sin importar la justificación.

Consecuencia de lo anterior, un grupo de políticos arremete en el escenario político, donde el cambio generacional fue pregonado en todas las instancias públicas posibles y donde ellos lograron canalizar -solo en cierta medida- los sentimientos de rabia e impotencia de una sociedad empoderada, criticando todo lo avanzado durante los 30 años de democracia, entregándose además de una supuesta superioridad moral, donde lo único que era necesario para lograr cambios reales y profundos era meramente voluntad. A causa de lo anterior, llegan a la primera magistratura de nuestro país. Sin embargo, al poco andar, su falta de experiencia en gestión y administración se hace notar y el apoyo que en un momento les dio pauta libre para hacer y deshacer comienza a esfumarse. Es necesario señalar que debido a la pandemia del COVID-19, la sociedad tuvo un cambio repentino de urgencias, priorizando ámbitos tan sensibles como la salud, sustento económico y seguridad.

Por otro lado, a raíz del malestar de la sociedad con la clase política tradicional, surge a nivel latinoamericano el “populismo político” que a grandes rasgos deja de lado el racionalismo y propone medidas que, a pesar de encandilar a sus electores, son de dudoso cumplimiento. La política, a razón de lo anterior, se torna muy inestable, donde se busca apelar o conmover a través de lo sentimental y visceral de las masas. El sociólogo, economista y politólogo alemán Max Weber determina que las características del populismo político son: líder carismático, apelación de las masas, van contra las élites establecidas y sus propuestas son irreales o irracionales.

Asimismo, debido a la actual crisis de seguridad que vive Chile, surge un nuevo movimiento y hoy partido político -Republicanos- que rompe con el establishment tradicional establecido por la coalición de centro derecha y derecha denominada Chile Vamos. Esta nueva vertiente política, totalmente antagónica y diferenciada de quienes canalizaron el hastío de la sociedad en el año 2019 y que hoy son gobierno de turno, comienzan a canalizar las nuevas prioridades asentadas en la sociedad, que en este caso serían seguridad y crecimiento económico.

A modo de ejemplo, podemos señalar una muestra clave de la polarización y lo voluble que se encuentra la sociedad hoy en día. Los constituyentes Luis Silva (consejero 2023) y Daniel Stingo (convencional 2021) fueron electos con primeras mayorías nacionales en los comicios en los cuales cada uno participó. El detalle está en que son figuras que representan políticamente polos opuestos, donde las visiones de país, modelo económico y social, son completamente incompatibles las unas con las otras, pero en un lapso de tiempo de solo dos años, el electorado fue de un extremo a otro, sin tomar responsabilidad o sentir atracción hacia posturas más moderadas.

Pero, ¿qué entendemos por ideología? El sociólogo francés Jean Baechler sostiene que la ideología son los estados de conciencia ligados a la acción política y que no puede haber vida política sin ideología. Siguiendo a Beachler, él afirma que hay tres contextos para la palabra libertad: primero, libertad se opone a opresión, definida como no elección o sumisión a una necesidad externa; segundo, libertad se opone a coerción, definida como imposición de la voluntad de los otros, sin que, por una u otra razón, la obediencia acuda a legitimar esa voluntad; finalmente, la libertad se opone a la sujeción, entendida como la imposibilidad impuesta al sujeto de tomar una parte activa en las decisiones, que le conciernen, por ejemplo, uno no es libre si no tomó parte, directa o indirectamente, en las decisiones que pueden afectar mi vida o mis bienes, si los poderosos pueden imponerse o enrolarme según sus deseos. Pero no es libre también si los sujetos adhieren con entusiasmo y sin una madura reflexión a toda decisión, si sucumbo al fanatismo (1).

Por todo lo expresado, vemos como dos ideologías se están disputando los diferentes espacios de poder, dejando de lado todo tipo de amistad cívica, tomando a la esfera política como un escenario donde todo es posible para que logre imponerse una u otro posición, dejando de lado todo tipo de raciocinio y moderación, exaltando a las masas y grupos, y estos últimos sucumbiendo al fanatismo sin realizar una reflexión adulta y propia sobre las diferentes propuestas que me ofrecen las distintas vertientes políticas.

Es evidente que estamos huérfanos de líderes políticos que no sucumban a una argumentación básica y visceral para captar votantes, puesto que un verdadero líder logra la conducción de un grupo humano a la consecución de metas. Él debe vislumbrar que es lo mejor para un determinado grupo humano, pero debe lograr una adhesión por parte de estos últimos para que ellos se sientan parte del proceso. Un líder no solo debe persuadir, sino que esa persuasión debe ir asociada a una meta o un fin para el bien común.

Para lograr nuevamente que la ciudadanía vuelva a mínimos comunes en cuanto a la amistad cívica que debe reinar en la sociedad, lo podemos resumir en las palabras que utilizó el político y filósofo cubano José Julián Martí que señala lo siguiente: “El derecho del obrero no puede ser nunca el odio al capital; es la armonía, la conciliación, el acercamiento común de uno y del otro”. Las ideologías mencionadas, continuamente se sitúan del lado de uno u otro, la izquierda del obrero, y la derecha del empresario, como si fuesen dos sujetos de la ecuación totalmente antagónicos y fomentando la extinción de uno u otro, lo cual es errado. Lo que se debe hacer, es armonizar las relaciones sociales entre los diferentes actores de la sociedad, con el fin último de lograr la cohesión social, y en consecuencia evitar los abusos que pueden venir de uno u otro sector, que en resumidas cuentas fue lo que logró durante veinte años la coalición política de centro y centro izquierda denominada Concertación de Partidos por la Democracia.


(1) “¿Qué es la ideología?”. Jean Beachler (1978).